Trampa
La anciana condujo a Pomme hasta su aldea, era
pequeña y con la creciente luz del amanecer las humildes casas que todavía
quedaban en pie producían sombras azules
que melancolizaban y entristecían el lugar. Era cierto todo lo que la mujer le
había dicho, las escasas y angostas callejuelas del pueblo se veían totalmente
desiertas, solo estaban habitadas por restos de cenizas del ataque que habían
sufrido hace unas horas. Es panorama a la joven se le hacía insoportable, ya
fura por el olor a sangre o por el mero hecho de imaginar lo que ahí había
sucedido.
— ¿Dónde están los supervivientes? —preguntó la
chica preocupada por si ya no quedaba nadie al que ayudar.
—Sígame, no se encuentran muy lejos de aquí. Tan
solo a unos minutos. Están escondidos en el sótano de la casa del jefe.
— ¿Hay muchos?
—Menos de los que me gustaría… Solo un puñado de
niños y alguna mujer. Lo que me preocupa es que dijeron que volverían… sin
ayuda no podremos hacer nada… —lloró la mujer con la voz rota y lágrimas en los
ojos.
—No se preocupe. —Intentó consolar la joven al ver
la tristeza de la anciana —Haré todo lo que pueda. Pensaremos algo.
Pomme siguió a la anciana unos pasos por detrás
moviendo la cabeza de un lado a otro en una continua negación preparada para
cualquier ataque enemigo. Aunque en esas calles todo era silencio a la morena
todavía le parecía pode oír los tristes y desesperados gritos de los habitantes
de la aldea, y eran desgarradores.
***
Mientras, Hurder intentaba encontrar el menor rastro
de su compañera. No era una tarea demasiado difícil para él, en teoría. Pero el
aroma del rocío mañanero empezaba a inundar el bosque, lo que camuflaba el olor
de Pomme bastante eficazmente. Además la herida de su brazo estaba aún e carne
viva y le provocaba terribles dolores que le distraía de su objetivo. El
todavía desconocido joven de cabellos plateados se mantenía cerca del biforme,
sin despegar sus ojos aguamarina de él, no parecía depositar mucha confianza en
su capacidad. Aun no se había ni
presentado y ya hablaba y se movía como si fuese un superior, un noble
vigilando como otros trabajaban para él. Pero… por lo menos no parecía querer
matarlos a ellos, aunque todavía era pronto para afirmarlo… sería mejor
mantenerle vigilado por si se trataba de una trampa.
Un ligero aroma llegó a él, sin duda era el de la
capa roja de Pomme. Pero había algo raro otro olor. Uno totalmente desconocido,
y ligeramente desagradable y agrio. Un sudor frío empezó a recorrer la espalda
del castaño.
— ¿La has localizado? —cuestionó el hombre de
cabellos plateados.
— Sí, pero no está sola. —contestó Hurdder. —Es un
olor que no conozco.
—Espero que tu amiguita se esté bien y no se meta en
problemas. Ya bastante he tenido con rescatarte a ti.
—No lo sé… será mejor que nos demos prisa.
Ambos continuaron su camino siguiendo las
indicaciones del agudo olfato del biforme adentrándose en el bosque a la mayor
velocidad posible.
**
Pomme examinó con su roja mirada el edificio que se
alzaba delante de ella, no era una casa muy grande pero si algo más que las
otras de alrededor. Construida con las amarillentas calizas de la zona parecía
ser el único sitio que no había sido asaltado brutalmente. Pomme ayudó a la
mujer abrió las puertas con bastante esfuerzo, puesto que eran demasiado
grandes, pesadas y antiguas para que a su avanzada edad lo lograse sola. Un
agudo chirrido de la madera hinchada por la lluvia les dio la bienvenida al
caserón. Todo estaba oscuro en el interior, solo algunos rayos de sol se
colaban entre las cortinas que colgaban junto a las pequeñas ventanas haciendo
que se pudiesen vislumbrar los objetos y muebles que había en aquel pequeño
vestíbulo.
La joven miraba todo al su alrededor con intensa
curiosidad. Pese a que aquella era la residencia del jefe del poblado, la casa,
no era desde luego una mansión, si no humilde y austera. Los adornos que
abundaban sobre las estanterías y cómodas eran de cerámica barata o, como
mucho, de metales semipreciosos.
—Señora… ¿Dónde decía que se encon…? —No acabó la
frase cuando se dio cuenta de que se hallaba totalmente sola. Un escalofrío
recorrió toda su columna vertebral de arriba abajo.
Caminó entre las tenues luces por el pasillo
intentando encontrar a su acompañante. Por algún motivo, tal vez algún tipo de
presentimiento, intentaba hacer el menor ruido posible. Los pasos de las botas
de cuero rojo de la bruja parecían resonar por todo el poblado y el suelo
chillaba a sus pies. Desde luego era imposible que la anciana no supiese donde
se encontraba. Paró un momento, tomó aire, y lo soltó lentamente. ¿Cómo era
posible que se hubiese perdido dentro de esa pequeña vivienda?
Pero mientras pensaba eso, escuchó un sonido, un
sonido tan leve y difuso como la luz del cuarto. Era un susurro de una
vocecilla aguda y sollozante… ¡de uno de los niños! Sus propios pasos ruidosos
estaban impidiendo que encontrase lo que buscaba. Sería burra. Se acercó a una
de las paredes para intentar distinguir de donde exactamente provenía el
llanto. Pero no lo hacía de otra habitación, si no de abajo. Una pequeña
trampilla oculta debajo de una de las alfombras rojas parecía ser el mejor
escondrijo en caso de peligro. Pomme se
agachó para abrirla, pesaba mucho más de lo que parecía. Al otro lado de la
madera encontró unas estrechas escaleras que parecían adentrarse en una oscuridad absoluta.
— ¿Señora Ednna? —escuchó desde el interior de
aquellas tinieblas. — ¿Eres tú?
—No… —contestó la joven bruja —Pero he venido a
ayudaros, no tenéis que tener miedo.
Pomme bajó los primeros escalones apoyándose en la
pared hasta que la luz era totalmente deficiente. Entonces chasqueó los dedos y
al igual que en la caverna una pequeña llama apareció sobre sus manos
iluminando aquél sótano. Una serie de pequeños ojos llorosos e irritados la observaban fijamente entre numerosos
parpadeos. El grupo de pequeños niños no era demasiado numeroso.
— ¿Dónde está la señora Ednna? — preguntó uno de los
pequeños.
—Está bien, estará por la casa. Ahora la buscamos,
no os preocupéis. —contestó ella. — ¿Estáis todos bien?
— ¿Y los lobos?
—Tranquilos, no os harán nada.
—Aún no se han ido.
— ¿Qué?
Pomme miró a su alrededor, hasta entonces no lo
había notado pero de repente comenzó a sentir una multitud de miradas
clavándose en ella. Miradas que brillaban con la misma luz que ella había
encendido pero de las cuales no se había percatado. De entre las sombras
temblorosas apareció un grupo de hombres del mismo aspecto salvaje de aquel con
el que había dejado a su compañero. Ella dio un paso hacia tras. El grupo no
era muy numeroso, tan solo cinco integrantes, pero el encontrarlos de cara así
la había perturbado. Los niños asustados se escondieron detrás de las faldas
negras de la joven.
—Bueno, bueno, bueno… —farfulló el que parecía ser
el cabecilla del equipo —El plan ha salido a pedir de boca. Los astros hoy se
hallan de nuestra parte.
—Malditos… —masculló la bruja entre dientes.
—Parece que las famosas Mensajeras no son tan listas
como cuentan. —dijo otro de los biformes burlón.
—O por lo menos esta. Ha sido ver una anciana
llorona y caer en la trampa como una conejita.
— ¡¿Qué habéis hecho con la señora Ednna?! —exigió
saber ella aumentando la intensidad de la llama de su mano.
— ¿La vieja esa? Ya no nos servía para nada. Ahora
estará mejor en el mundo de los espíritus con sus vecinos.
Los niños comenzaron a llorar al conocer la noticia
de la perdida de la anciana. Pomme sentía su sangre arder. Tanto que llegó un
momento que, casi literalmente, explotó. En un rápido movimiento giró sobre si
misma lanzando llamas anaranjadas en todas direcciones con la intención de
acabar con sus enemigos. Algunas de ellas dieron en el blanco, pero la mayoría
acabaron prendiendo los muebles y telas que había en aquel sótano. La lucha se
había reanudado.
Los niños se asustaron todavía más. Lloraban
desconsoladamente y algunos tosían por el humo y el polvo levantado. Pomme se
dio cuenta que sus impulsos casi matan a los pequeños que ella había ido a
salvar. Antes de carbonizar lo que quedaba de aldea tenía que sacar a los niños
de allí. Los lobos que habían sido heridos aún se rebullían. Si corrían
tendrían una oportunidad de huir.
— ¡Fuera de aquí, chicos! —gritó para que la
escuchasen por encima de sus llantos. —Yo me encargo de estos malditos chuchos.
Los niños la obedecieron, lo más rápido que les
permitían sus piernas corrieron escaleras arriba. Los lobos saltaron sobre la
bruja. Ella se defendió con sus llamaradas incendiando cada vez más la sala lo
que obligó a los biformes a salir también de ella de un modo salvaje. Pronto la
mayoría de la casa ardía.
**
El intenso olor a humo negro llegó a las fosas
nasales de Hurdder que inmediatamente supo de donde y por quién había sido
causado. Los dos desconocidos miraron al cielo donde una enorme columna ceniza
se erguía indicándoles el camino al que debían dirigirse.
—Parece que tu amiga la bruja se ha metido en graves
problemas.
— Creo que más bien ella es el problema ahora mismo.
—corrigió Hurdder tragando saliva. —Si no vamos rápido el fuego calcinará el
bosque entero. Pomme no controla sus impulsos.
—Menuda mensajera ha ido a buscar Karren.
**
Los dos lobos menos fuertes de la manada habían
quedado inconscientes por la cantidad de humo que se había levantado o ya
contaban con tantas quemaduras que el dolor les impedía atacar a una única
mujer. Poco después eran incluso incapaces de seguir manteniendo su aspecto
canino. Pero aún quedaban tres de ellos, con mucha más fuerza física que ella.
El fuego los rodeaba, el calor era tan agobiante que
ya comenzaba hasta hacer mella en la joven, aunque estaba entrenada para aguantar
todo lo que el fuego conlleva. Los lobos
apenas eran capaces de abrir os ojos a causa de la luz, eso podía suponer una
ventaja a su favor. Cuando uno de esos biformes intentaban acercarse a ella se
llevaba una quemadura. Parecía que tenía la situación bajo control. Hasta que
un fuerte zarpazo en el hombro derecho la hizo caer al suelo. Cuatro profundas
marcas producidas por las grandes uñas de uno de sus enemigos sangraban y
dolían. Las llamas parecían debilitarse con el daño causado.
El biforme que había asestado en la mujer se acercó
a ella con gesto burlón hacia ella mientras su cuerpo cambiaba de nuevo a su
forma humana. Ella aún no se había repuesto del golpe.
—Vaya, vaya… Parece que hemos encontrado tu punto
débil, brujita. Si te duele… —rio dando un fuerte puntapié en el hombro herido
de la joven la cual intentó ahogar un grito.
—…No hay fuego.
— ¿Cómo la matamos jefe? —cuestionó uno de los otros
dos lobos mientras se aproximaba.
—No sé… se os ocurre alguna idea interesante. —contestó
como si de verdad se divirtiese con aquella situación.
Se agachó frente a ella y con una de sus manos
agarró sus cabellos negros levantándola de un tirón. Pese al dolor Pomme alzó
sus brazos para agarrar el de su enemigo fuertemente, no hubo fuego pero le
logró quemar con el gran calor de sus manos lo que hizo que el biforme tuviese
que soltarla. Las marcas de sus palmas se quedaron selladas en él. Aprovechando
ese momento de confusión la joven logró escabullirse corriendo entre las llamas
que aún no se habían consumido.
—Maldita zorra… — masculló el lobo entre dientes
convirtiéndose de nuevo en lobo, el cual ahora parecía realmente furioso.
De unos amplios y rápidos saltos dejó atrás a sus
dos compañeros para perseguir a la bruja. Era un lobo enorme y poderoso que en
cuestión de segundos alcanzó a la joven que huía. De un fuerte empujón la
derribó como si de una muñeca se tratase haciéndola rodar un par de metro por
la calcinada tierra.
Ahora sí que estaba perdida, y que rápido terminaba
su viaje. El fuego acababa de apagarse finalmente, el lobo acercó su lleno de
dientes hocico, mostrándolos blancos y afilados como cuchillas.
—Despídete bru… —pero no terminó la frase cuando sus
orejas se erizaron como si hubiese escuchado algo. Algo entre aterrador y
urgente puesto que su expresión se transformó. Tras ello bajó sus penetrantes
ojos caninos mirándola con odio y sin mediar más palabra echó a correr
adentrándose hacia el bosque.
— ¿Qué… ha pasado? —intentó habar para sí Pomme
intentando recuperar la respiración. Su corazón todavía latía a enormes
velocidades y no parecía querer calmarse. El sentir el aliento del lobo tan
cerca de ella la había hecho olvidar el dolor de los numerosos arañazos y
heridas que tenía en su cuerpo.
— ¡¿Pomme?! —escuchó
a voz de Hurdder no muy lejos de allí.
— ¡Aquí! ¡Estoy aquí! —contestó ella incorporándose y
acudiendo al sitio del que provenía la voz.
Entonces fue cuando le vio aparecer con la mano en
el hombro herido, al igual que ella, lo que hizo que tuviese que esconder una
risilla. Se alegraba de que su compañero estuviese vivo, pero ella se había
salvado de casualidad.
—Estás viva. Menos mal, cuando el fuego se apagaba
cría que había pasado lo peor.
—Tranquilo, Hurdder. Aunque ha pasado algo muy raro…
El biforme se fue antes de matarme… si no lo hubiese logrado. Ha sido un
milagro.
—Vaya dos. —sentenció otra voz desconocida para
ella. El joven de cabellos plateados apareció andando por detrás de Hurdder con
total parsimonia.
— ¡¿Quién eres tú?! — Pomme se puso en guardia al
ver el cabello albino de aquel hombre.
—No te asustes, Pomme. Él me ha salvado. También ha
sido un milagro por mucho que me avergüence.
— ¿Y cómo sabes que podemos confiar en él?
—Mi nombre es Maxwell. —Dijo sin cambiar el tono de
voz. —Y sé por qué quieren mataros.
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