lunes, 14 de abril de 2014

Capítulo 3

Trampa


La anciana condujo a Pomme hasta su aldea, era pequeña y con la creciente luz del amanecer las humildes casas que todavía quedaban en pie  producían sombras azules que melancolizaban y entristecían el lugar. Era cierto todo lo que la mujer le había dicho, las escasas y angostas callejuelas del pueblo se veían totalmente desiertas, solo estaban habitadas por restos de cenizas del ataque que habían sufrido hace unas horas. Es panorama a la joven se le hacía insoportable, ya fura por el olor a sangre o por el mero hecho de imaginar lo que ahí había sucedido.

— ¿Dónde están los supervivientes? —preguntó la chica preocupada por si ya no quedaba nadie al que ayudar.
—Sígame, no se encuentran muy lejos de aquí. Tan solo a unos minutos. Están escondidos en el sótano de la casa del jefe.
— ¿Hay muchos?
—Menos de los que me gustaría… Solo un puñado de niños y alguna mujer. Lo que me preocupa es que dijeron que volverían… sin ayuda no podremos hacer nada… —lloró la mujer con la voz rota y lágrimas en los ojos.
—No se preocupe. —Intentó consolar la joven al ver la tristeza de la anciana —Haré todo lo que pueda. Pensaremos algo.

Pomme siguió a la anciana unos pasos por detrás moviendo la cabeza de un lado a otro en una continua negación preparada para cualquier ataque enemigo. Aunque en esas calles todo era silencio a la morena todavía le parecía pode oír los tristes y desesperados gritos de los habitantes de la aldea, y eran desgarradores.
***

Mientras, Hurder intentaba encontrar el menor rastro de su compañera. No era una tarea demasiado difícil para él, en teoría. Pero el aroma del rocío mañanero empezaba a inundar el bosque, lo que camuflaba el olor de Pomme bastante eficazmente. Además la herida de su brazo estaba aún e carne viva y le provocaba terribles dolores que le distraía de su objetivo. El todavía desconocido joven de cabellos plateados se mantenía cerca del biforme, sin despegar sus ojos aguamarina de él, no parecía depositar mucha confianza en su capacidad.  Aun no se había ni presentado y ya hablaba y se movía como si fuese un superior, un noble vigilando como otros trabajaban para él. Pero… por lo menos no parecía querer matarlos a ellos, aunque todavía era pronto para afirmarlo… sería mejor mantenerle vigilado por si se trataba de una trampa.

Un ligero aroma llegó a él, sin duda era el de la capa roja de Pomme. Pero había algo raro otro olor. Uno totalmente desconocido, y ligeramente desagradable y agrio. Un sudor frío empezó a recorrer la espalda del castaño.

— ¿La has localizado? —cuestionó el hombre de cabellos plateados.
— Sí, pero no está sola. —contestó Hurdder. —Es un olor que no conozco.
—Espero que tu amiguita se esté bien y no se meta en problemas. Ya bastante he tenido con rescatarte a ti.
—No lo sé… será mejor que nos demos prisa.

Ambos continuaron su camino siguiendo las indicaciones del agudo olfato del biforme adentrándose en el bosque a la mayor velocidad posible.


**
 Pomme examinó con su roja mirada el edificio que se alzaba delante de ella, no era una casa muy grande pero si algo más que las otras de alrededor. Construida con las amarillentas calizas de la zona parecía ser el único sitio que no había sido asaltado brutalmente. Pomme ayudó a la mujer abrió las puertas con bastante esfuerzo, puesto que eran demasiado grandes, pesadas y antiguas para que a su avanzada edad lo lograse sola. Un agudo chirrido de la madera hinchada por la lluvia les dio la bienvenida al caserón. Todo estaba oscuro en el interior, solo algunos rayos de sol se colaban entre las cortinas que colgaban junto a las pequeñas ventanas haciendo que se pudiesen vislumbrar los objetos y muebles que había en aquel pequeño vestíbulo.

La joven miraba todo al su alrededor con intensa curiosidad. Pese a que aquella era la residencia del jefe del poblado, la casa, no era desde luego una mansión, si no humilde y austera. Los adornos que abundaban sobre las estanterías y cómodas eran de cerámica barata o, como mucho, de metales semipreciosos.


—Señora… ¿Dónde decía que se encon…? —No acabó la frase cuando se dio cuenta de que se hallaba totalmente sola. Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral de arriba abajo.

Caminó entre las tenues luces por el pasillo intentando encontrar a su acompañante. Por algún motivo, tal vez algún tipo de presentimiento, intentaba hacer el menor ruido posible. Los pasos de las botas de cuero rojo de la bruja parecían resonar por todo el poblado y el suelo chillaba a sus pies. Desde luego era imposible que la anciana no supiese donde se encontraba. Paró un momento, tomó aire, y lo soltó lentamente. ¿Cómo era posible que se hubiese perdido dentro de esa pequeña vivienda?

Pero mientras pensaba eso, escuchó un sonido, un sonido tan leve y difuso como la luz del cuarto. Era un susurro de una vocecilla aguda y sollozante… ¡de uno de los niños! Sus propios pasos ruidosos estaban impidiendo que encontrase lo que buscaba. Sería burra. Se acercó a una de las paredes para intentar distinguir de donde exactamente provenía el llanto. Pero no lo hacía de otra habitación, si no de abajo. Una pequeña trampilla oculta debajo de una de las alfombras rojas parecía ser el mejor escondrijo en caso de peligro.  Pomme se agachó para abrirla, pesaba mucho más de lo que parecía. Al otro lado de la madera encontró unas estrechas escaleras que parecían  adentrarse en una oscuridad absoluta.


— ¿Señora Ednna? —escuchó desde el interior de aquellas tinieblas. — ¿Eres tú?
—No… —contestó la joven bruja —Pero he venido a ayudaros, no tenéis que tener miedo.

Pomme bajó los primeros escalones apoyándose en la pared hasta que la luz era totalmente deficiente. Entonces chasqueó los dedos y al igual que en la caverna una pequeña llama apareció sobre sus manos iluminando aquél sótano. Una serie de pequeños ojos llorosos e irritados  la observaban fijamente entre numerosos parpadeos. El grupo de pequeños niños no era demasiado numeroso.


— ¿Dónde está la señora Ednna? — preguntó uno de los pequeños.
—Está bien, estará por la casa. Ahora la buscamos, no os preocupéis. —contestó ella. — ¿Estáis todos bien?
— ¿Y los lobos?
—Tranquilos, no os harán nada.
—Aún no se han ido.
— ¿Qué?

Pomme miró a su alrededor, hasta entonces no lo había notado pero de repente comenzó a sentir una multitud de miradas clavándose en ella. Miradas que brillaban con la misma luz que ella había encendido pero de las cuales no se había percatado. De entre las sombras temblorosas apareció un grupo de hombres del mismo aspecto salvaje de aquel con el que había dejado a su compañero. Ella dio un paso hacia tras. El grupo no era muy numeroso, tan solo cinco integrantes, pero el encontrarlos de cara así la había perturbado. Los niños asustados se escondieron detrás de las faldas negras de la joven.

—Bueno, bueno, bueno… —farfulló el que parecía ser el cabecilla del equipo —El plan ha salido a pedir de boca. Los astros hoy se hallan de nuestra parte.
—Malditos… —masculló la bruja entre dientes.
—Parece que las famosas Mensajeras no son tan listas como cuentan. —dijo otro de los biformes burlón.
—O por lo menos esta. Ha sido ver una anciana llorona y caer en la trampa como una conejita.
— ¡¿Qué habéis hecho con la señora Ednna?! —exigió saber ella aumentando la intensidad de la llama de su mano.
— ¿La vieja esa? Ya no nos servía para nada. Ahora estará mejor en el mundo de los espíritus con sus vecinos.


Los niños comenzaron a llorar al conocer la noticia de la perdida de la anciana. Pomme sentía su sangre arder. Tanto que llegó un momento que, casi literalmente, explotó. En un rápido movimiento giró sobre si misma lanzando llamas anaranjadas en todas direcciones con la intención de acabar con sus enemigos. Algunas de ellas dieron en el blanco, pero la mayoría acabaron prendiendo los muebles y telas que había en aquel sótano. La lucha se había reanudado.

Los niños se asustaron todavía más. Lloraban desconsoladamente y algunos tosían por el humo y el polvo levantado. Pomme se dio cuenta que sus impulsos casi matan a los pequeños que ella había ido a salvar. Antes de carbonizar lo que quedaba de aldea tenía que sacar a los niños de allí. Los lobos que habían sido heridos aún se rebullían. Si corrían tendrían una oportunidad de huir.

— ¡Fuera de aquí, chicos! —gritó para que la escuchasen por encima de sus llantos. —Yo me encargo de estos malditos chuchos.

Los niños la obedecieron, lo más rápido que les permitían sus piernas corrieron escaleras arriba. Los lobos saltaron sobre la bruja. Ella se defendió con sus llamaradas incendiando cada vez más la sala lo que obligó a los biformes a salir también de ella de un modo salvaje. Pronto la mayoría de la casa ardía.


**
El intenso olor a humo negro llegó a las fosas nasales de Hurdder que inmediatamente supo de donde y por quién había sido causado. Los dos desconocidos miraron al cielo donde una enorme columna ceniza se erguía indicándoles el camino al que debían dirigirse.

—Parece que tu amiga la bruja se ha metido en graves problemas.
— Creo que más bien ella es el problema ahora mismo. —corrigió Hurdder tragando saliva. —Si no vamos rápido el fuego calcinará el bosque entero. Pomme no controla sus impulsos.
—Menuda mensajera ha ido a buscar Karren.


**
Los dos lobos menos fuertes de la manada habían quedado inconscientes por la cantidad de humo que se había levantado o ya contaban con tantas quemaduras que el dolor les impedía atacar a una única mujer. Poco después eran incluso incapaces de seguir manteniendo su aspecto canino. Pero aún quedaban tres de ellos, con mucha más fuerza física que ella.

El fuego los rodeaba, el calor era tan agobiante que ya comenzaba hasta hacer mella en la joven, aunque estaba entrenada para aguantar todo lo que el fuego conlleva.  Los lobos apenas eran capaces de abrir os ojos a causa de la luz, eso podía suponer una ventaja a su favor. Cuando uno de esos biformes intentaban acercarse a ella se llevaba una quemadura. Parecía que tenía la situación bajo control. Hasta que un fuerte zarpazo en el hombro derecho la hizo caer al suelo. Cuatro profundas marcas producidas por las grandes uñas de uno de sus enemigos sangraban y dolían. Las llamas parecían debilitarse con el daño causado.

El biforme que había asestado en la mujer se acercó a ella con gesto burlón hacia ella mientras su cuerpo cambiaba de nuevo a su forma humana. Ella aún no se había repuesto del golpe.


—Vaya, vaya… Parece que hemos encontrado tu punto débil, brujita. Si te duele… —rio dando un fuerte puntapié en el hombro herido de la joven la cual intentó ahogar un grito.  —…No hay fuego.
— ¿Cómo la matamos jefe? —cuestionó uno de los otros dos lobos mientras se aproximaba.
—No sé… se os ocurre alguna idea interesante. —contestó como si de verdad se divirtiese con aquella situación.


Se agachó frente a ella y con una de sus manos agarró sus cabellos negros levantándola de un tirón. Pese al dolor Pomme alzó sus brazos para agarrar el de su enemigo fuertemente, no hubo fuego pero le logró quemar con el gran calor de sus manos lo que hizo que el biforme tuviese que soltarla. Las marcas de sus palmas se quedaron selladas en él. Aprovechando ese momento de confusión la joven logró escabullirse corriendo entre las llamas que aún no se habían consumido.

—Maldita zorra… — masculló el lobo entre dientes convirtiéndose de nuevo en lobo, el cual ahora parecía realmente furioso.

De unos amplios y rápidos saltos dejó atrás a sus dos compañeros para perseguir a la bruja. Era un lobo enorme y poderoso que en cuestión de segundos alcanzó a la joven que huía. De un fuerte empujón la derribó como si de una muñeca se tratase haciéndola rodar un par de metro por la calcinada tierra.

Ahora sí que estaba perdida, y que rápido terminaba su viaje. El fuego acababa de apagarse finalmente, el lobo acercó su lleno de dientes hocico, mostrándolos blancos y afilados como cuchillas.

—Despídete bru… —pero no terminó la frase cuando sus orejas se erizaron como si hubiese escuchado algo. Algo entre aterrador y urgente puesto que su expresión se transformó. Tras ello bajó sus penetrantes ojos caninos mirándola con odio y sin mediar más palabra echó a correr adentrándose hacia el bosque.

— ¿Qué… ha pasado? —intentó habar para sí Pomme intentando recuperar la respiración. Su corazón todavía latía a enormes velocidades y no parecía querer calmarse. El sentir el aliento del lobo tan cerca de ella la había hecho olvidar el dolor de los numerosos arañazos y heridas que tenía en su cuerpo.

 — ¡¿Pomme?! —escuchó a voz de Hurdder no muy lejos de allí.
— ¡Aquí! ¡Estoy aquí! —contestó ella incorporándose y acudiendo al sitio del que provenía la voz.

Entonces fue cuando le vio aparecer con la mano en el hombro herido, al igual que ella, lo que hizo que tuviese que esconder una risilla. Se alegraba de que su compañero estuviese vivo, pero ella se había salvado de casualidad.

—Estás viva. Menos mal, cuando el fuego se apagaba cría que había pasado lo peor.
—Tranquilo, Hurdder. Aunque ha pasado algo muy raro… El biforme se fue antes de matarme… si no lo hubiese logrado. Ha sido un milagro.
—Vaya dos. —sentenció otra voz desconocida para ella. El joven de cabellos plateados apareció andando por detrás de Hurdder con total parsimonia.
— ¡¿Quién eres tú?! — Pomme se puso en guardia al ver el cabello albino de aquel hombre.
—No te asustes, Pomme. Él me ha salvado. También ha sido un milagro por mucho que me avergüence.
— ¿Y cómo sabes que podemos confiar en él?
—Mi nombre es Maxwell. —Dijo sin cambiar el tono de voz. —Y sé por qué quieren mataros.

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