sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 2


Plata
Ya casi no podía ni respirar con normalidad. Había perdido totalmente la noción de cuánto había avanzado en la oscuridad del bosque ni cuánto tiempo llevaba corriendo sin rumbo fijo. Solo sabía que iba a seguir haciéndolo sin dejar de pensar en su compañero al que había dejado detrás. Ese lobo parecía demasiado fuerte y feroz para el joven, solo esperaba que estuviese a salvo. Al principio de su carrera podía escuchar algún rugido, ladrido o aullido, pero a medida que se alejaba del callejón los sonidos se hacían más tenues hasta que, ahora, solo podía oír sus propios pasos en los charcos de lluvia.

Quería parar de correr en algún momento, pero algo en ella le hacía sentir que no debía hacerlo. Eran las palabras de Hurdder que la había obligado a huir del campo de batalla. De vez en cuando frenaba sus pasos para ver si él la seguía o en un caso peor el gran lobo. Si fuera por ella volvería en ese mismo momento para ayudarlo. Pero sabía que su compañero tenía razón, lo más importante era transmitir el Mensaje a los Brujos de Inclán, llegar a Dochama… ellos eran lo de menos.

***

Los canes seguían en su encarnizada lucha, la sangre de ambos llenaba las calizas que les rodeaban a pocos metros. El sonido de dentadas, gruñidos y aullidos de dolor llenaban el todavía oscuro y apacible amanecer del bosque. Zafándose el uno del otro con bruscos movimientos cada vez que se tocaban nuevas gotas rojas salpicaban en varias direcciones. Hurdder volvió a abalanzarse sobre el lobo blanco. Sus colmillos aferrándose al cuello del enemigo, la piel del gran can era dura y espesa, lo que hacía que los mordiscos del joven biforme no eran capaces de hacer heridas graves en aquella corza de pelo brillante. Aun así el pastor apretó más sus mandíbulas intentando que su enemigo no escapase de sus fauces. Hubiese sido un acto efectivo si el gran lobo no hubiese aprovechado un mínimo despiste del joven para cerrar sus afilados dientes en una articulación de la pata delantera del perro, haciendo que este sintiese un intenso e insoportable dolor que provocó que soltase un agudo y lastimoso aullido.

Nunca había tenido que enfrentarse a un ser tan bestial y feroz como es hombre, normalmente sus contrarios eran simples ladrones o bandidos de los que tenía que defenderse. En ningún momento se había visualizado en una situación como aquella, luchando con otro biforme de esa manera tan encarnizada. Los Lobos Blancos venían de lejos, de más allá de las nevadas cumbres dochesas inaccesibles para los humanos normales, y no atacaban a no ser que fuera por defender su territorio o por su supervivencia o de algún ser querido. Eran, en teoría, nobles y con un gran sentido de honor y la justicia. O eso había leído en numerosos escritos.


— ¿Te ha dolido eso, chucho? —Masculló el biforme blanco, cuya piel se había teñido de escarlata debido a la herida del cuello, cortando el hilo del pensamiento del joven. —Un perro domesticado como tú nunca podría derrotar a un lobo salvaje como yo.

— ¿Lobo salvaje? Los lobos salvaje no persiguen a jovencitas porque sí, a no ser que fuese estrictamente necesario, Las Mensajeras no son ninguna amenaza para el clan de los Lobos Blancos, ni si quiera se acercan a vuestro territoirio. ¿Para quién trabajas? —Habló el joven como buenamente pudo con el dolor que le invadía.

—No sirvo a nadie, yo no soy ninguna mascota.

— ¿Y por qué nos persigues?


El lobo no contestó a esta última pregunta. En vez de esto, volvió a lanzarse al ataque. Hurdder intentó esquivarlo, pero para su mala suerte el lobo enemigo era mucho mayor, más rápido y estaba menos herido. Él había podido asestar bastantes mordidas y arañazos pero poco habían hecho en la gruesa piel del biforme. Los afilados cánidos del albino se volvieron a hundir en el lomo del pastor amarronado. Este cayó redondo al suelo empapándose con el agua de los charcos que tapizaban el pavimento. Tan agotado estaba ya que no podía ni mantener el aspecto del pastor, volviendo así a su forma humana.


— Creo que hablas demasiado, chucho. Será mejor que te calle de una vez. No has sido la peor de mis presas, espero que tu amiguita la de la capucha roja no me decepcione.


El lobo se acercó a él con aires de superioridad, muy seguro de su victoria, casi como si fuese un verdugo a punto de realizar una ejecución a órdenes de su monarca. Hurdder intentaba ponerse en pie pero el dolor en el brazo, costado y resto de heridas menores se lo impedían pese a sus esfuerzos y repetidamente caía una y otra vez sobre los cúmulos de agua mezclados con su sangre. El gran devorador se irguió orgulloso de sí mismo, su cabello blanco brillaba con los primeros rayos de luz que aparecían por el horizonte. Ya estaba listo para asestar la última dentada mortal en el biforme y correr tras la mujerzuela de la capucha roja, no tardaría en matarla a ella también. El joven cerró los ojos lo más fuerte que pudo como si así el gran lobo fuese a desaparecer.

¡Un sonido! Solo un agudo sonido metálico, casi doloroso para el fino oído de un biforme canino. Y acto seguido algo salpicó en su rostro. ¿Era su sangre? Si lo era no notaba el dolor… Lentamente, por miedo a encontrarse con los colmillos de su enemigo, abrió los ojos. Estaba vivo. Y justo delante suya el enorme cuerpo inerte del hombre albino, su pelo  y rostro se había tintado completamente por la sangre que emanaba de un duro golpe que había destrozado su cráneo, dejando a su alrededor un lago carmesí. Empapado en este mismo líquido, a uno centímetros de la cabeza destrozada del biforme reposaba lo que parecía un martillo plateado con un mango azul al que se ataba una larga cadena igualmente metálica.


— ¿Qué ha pas...?

—Que te he salvado la vida, eso es lo que ha pasado. —habló una helada voz de hombre desconocida desde el otro lado de la larga cadena. —De nada.


El dueño de la voz era un joven de su misma edad, tal vez un par de años mayor que él. Era alto y espigado de aspecto elegante, no parecía que hubiera matado a un hombre hacía menos de diez segundos. Su pelo era corto y, al igual que su arma, parecía hecho de hilos de plata y brillaba con la poca luz que le llegaba. Aunque compartiera aspectos comunes con el Lobo Blanco no tenía nada que ver con él en absoluto. A contrario del aspecto salvaje de su enemigo, el recién llegado desconocido llevaba un porte sofisticado. De rasgos faciales finos y delicados, pero a la vez angulosos y tez blanca como la nieve de Dochama, casi dándole un aire espectral. Pero en lo que más se fijó Hurdder fue en sus fríos, rasgados y anormalmente claros ojos azules. Ojos que le miraban fijamente con una mezcla de superioridad y compasión, mientras con paso lento pero decidido se acercaba a él.


— ¿Quién eres? — Fue lo único que pudo decir cuando recuperó la noción de la realidad.

—Eso ahora es lo de menos. —Respondió el extraño mientras con total parsimonia recogía su martillo y, con un pañuelo que guardaba en uno de los bolsillos de su gabardina azul, lo secó de a sangra de su víctima. Su voz era grave y sonaba totalmente plana. — ¿Dónde está la Mensajera?

—Respóndeme primero. ¿Quién eres? —Dijo Hurdder mientras se incorporaba doloridamente del suelo.

—Te responderé cuando estemos con ella. Así que llévame hasta ella lo antes posible.

— ¡¿Qué quién eres?! —Repitió el biforme cada vez más impaciente.

— ¿Dónde está? Te he salvado la vida, no basta con eso para que me digas donde está la Mensajera. Ese lobo hubiese acabado contigo de no ser porque estaba demasiado confiado y no se ha percatado de mi presencia, ni tu tampoco.  —Replicó sin cambiar realmente el tono de voz.

— ¿Cómo sé que no quieres matarnos? ¿Por qué iba a confiar en ti?

—Porque si no te aseguro que si no lo haces está muerta. Te aseguro que ese no es el único que os sigue de cerca. Y porque no tienes absolutamente nada que perder.


***

La susodicha Mensajera ya se encontraba cansada. No solo de correr si un destino claro, si no de huir y de no saber si su compañero se encontraba vivo o si ella viviría para reunirse con él. Había sido todo tan repentino, aun creía que en cualquier momento iba a despertar de aquel extraño sueño, pero en el fondo sabía que toda aquella situación era real. Solo quería acabar con esa situación cuanto antes y que todo volviese a la calma. Estaba harta de huir y algo la decía que iba a tener que seguir haciéndolo.

Con esos pensamientos dejó de correr, apoyó su espalda en el aun húmedo tronco de un árbol cercano. Respiró lenta y profundamente un par de veces intentando recuperar algo de energía que la carrera y la falta de sueño le habían robado.

El bosque estaba sumido en tal silencio que podía escuchar su propio corazón sofocado y sus pulmones. Se acabó, esperaría allí oculta a que llegara el que llegase, si era Hurdder pues perfecto, si no ella también sabía defenderse. En cuanto comenzó a relajarse y dejó de escuchar sus propias funciones vitales se percató de que allí había alguien más… alguien que se acercaba con pasos lentos en inciertos. Pomme se puso en guardia con la espalda pegada al tronco del árbol. Chasqueó los dedos y una llama apareció entre ellos chisporroteando con centellas rojas y anaranjadas, al igual que había pasado en la cueva.


— ¿Quién anda ahí? —Preguntó a joven preparada para proyectar la llamarada hacia quien quisiese atacarla.

— ¿Eres… una bruja? —Contestó con otro interrogante una vocecilla femenina y quebrada por la falta de aliento desde la aun oscura espesura.


Un cuerpo pequeño y esquelético cubierto de un traje de telas marrones salió de entre las hojas verdes. El pelo canoso y bastante escaso, y los abundantes surcos que llenaban su rostro y manos denotaban una avanzada edad. No parecía una gran amenaza, sino más bien una atemorizada anciana.


— ¿Eres una bruja? —Repitió la anciana en un tímido hilo de voz ya que no lograba respirar normalmente. Sus ojos pequeños y hundidos entre las arrugas denotaban una gran preocupación. —Necesito tu ayuda… por favor.

— ¿Qué sucede? —interrogó la joven al ver la expresión de la mujer.

—Mi pueblo ha sido atacado… Por unos enormes y… feroces…

— ¿Lobos blancos? —Habló Pomme por la mujer.

—Sí, exacto, unos gigantescos lobos blancos que se transformaban en hombres igualmente de crueles. Llegaron en la madrugada. Saquearon y quemaron nuestras casas. Nosotros intentamos defendernos, pero es un pueblo pequeño, no tenemos ni médiums ni brujas… solo azadas y rastrillos para la cosecha. Muchos de nuestros hombres acabaron muertos, devorados por esas bestias y si no heridos en estado muy grave… se han llevado a nuestras jóvenes, solo se pueden escuchar los llantos de los niños escondidos para intentar sobrevivir. Yo pude escapar porque nadie reparaba en una vieja arrugada como yo. Se han adueñado del poblado. Por favor ayúdanos. —Acabó la narración la anciana mientras los ojos se le desbordaban de lágrimas que recorrían su cara por las arrugas como ríos por los valles.

—Haré lo que pueda. —Afirmó sin acordarse ya de que ya tenía una misión que cumplir. No le gustaba imaginarse las escenas que le contaba la anciana. —Tengo un amigo… ahora ha quedado un poco atrás, pero nos alcanzará y si lo espera…

—Por favor… no podemos esperar, no hay tiempo para ello, muchos de mis conocidos ya han caído en la matanza… No puedo perder un segundo… —suplicó la mujer canosa.

—Entiendo. De todos modos, seguro que acaba alcanzándonos, es mucho más rápido que yo y se orienta bien. Cuando nos encuentre nos ayudará.

—Muchísimas gracias joven bruja… no sabe cuánto se lo agradezco.

—No me lo agradezca, el lugar donde vivía también ha sido atacado por los mismos lobos, entiendo por lo que está pasando. Lléveme a su pueblo. 

lunes, 11 de febrero de 2013

Capítulo 1


Perseguidor


Las gotas de lluvia resbalaban por las pequeñas y amarillentas venas de las hojas que les rodeaban y ocultaban. Pese a estar cubiertos por el gran árbol que se alzaba por encima de sus cabezas gran parte del agua caía sobre ellos desde el cielo plomizo. Ningún otro sonido, más que el suave murmullo de la lluvia golpeando todo aquello que hubiese debajo de las nubes, reinaba en el bosque. Ni un susurro… ni un movimiento… nada… el más mínimo ruido y estaban muertos.

Ocultos en las ramas de un alto abedul respiraban suavemente y tan solo cuando era necesario para oxigenar los pulmones.  Aquellos que les buscaban podían escuchar con gran facilidad cualquier sonido, atacando sin dudar a quien lo produjese ya fuese culpable, inocente o un pequeño animalillo que tuviese la mala suerte de pasar por allí.

Pomme bajó la vista al suelo sorteando con sus ojos escarlata las ramas que se interponían entre ella y la tierra mojada. De la espesura del bosque apareció un enorme lobo en su campo de visión. Era mayor que un lobo normal, sus ojos parecían colmados de odio como si alguien lo hubiese inyectado en ellos, y su pelaje blanco brillaba con reflejos plateados por la lluvia. Al verlo la joven no pudo evitar ahogar un grito tomando una fuerte bocanada de aire, pero antes de que aquello les metiera en algún problema mortal una mano selló sus labios agarrándola fuertemente por detrás. Ella agradeció ese gesto que pudo salvarlos, era Hurdder. Cuando la notó lo suficientemente calmada volvió a soltarla quedando ambos en su posición inicial.

Ponme volvió a mirar al animal. Este escudriñaba el lugar en busca de la menor pista de ellos. Para la mala suerte de la bestia su olfato había quedado anulado por la humedad y la lluvia que habían borrado totalmente sus rastros. Furioso y frustrado el lobo volvió  a desaparecer entre los arbustos. Aun así los dos decidieron permanecer un tiempo más en aquel profundo y asfixiante silencio, mientras el agua hacia que la tela se pegase a sus pieles dejándoles una fría y desagradable sensación en el cuerpo.

—Ya podemos bajar. —Anunció Hurdder uniendo el dicho con el hecho.
— ¡Al fin! —Exclamó la joven intentando descolgarse del árbol sin caerse ya que no llevaba la ropa más adecuada para el bosque.
—Creo que tendremos que acampar por aquí.
— ¡¿Aquí?! Si está todo empapado. Si no nos mata el bestia ese nos matará una pulmonía.
—Ya, si no es el mejor sitio, pero ahora que tenemos a ese biforme lejos es mejor quedarnos en un sitio seguro que seguir caminando. Seguro que no es capaz de imaginarse que nos ha dejado atrás.
—Si tan tontos son los biformes salvajes podríamos haberle derrotado fácilmente, somos dos y él solo uno. —Pensó la chica en voz alta.
—Sabes que tienes que evitar las luchas que no son extraordinariamente necesarias. Lo único que importa es...
—Llegar cuanto antes a Dochama. —Finalizó ella la frase  —Lo sé.

Pomme era una joven que aparentaba tener unos veintidós años de edad. De tamaño pequeño y aspecto delicado, como si en cuanto la tocasen fuera a romperse. Su pelo ondulado y castaño oscuro, casi negro, la cubría el cuello y parte de los hombros, aunque, en ese momento por la lluvia, lo tapaba con la capucha de una larga capa roja que solía llevar. También vestía un sencillo vestido negro de palabra de honor. Nada cómodo para viajar.

Por otra parte Hurdder, aparentemente de la misma edad, tenía un aspecto salvaje. Su pelo castaño en diferentes tonos siempre parecía despeinado y sus ojos eran dorados con un extraño reflejo animal. No mucho más alto que ella, pero ágil y rápido, solo había que ver con qué facilidad había bajado de la rama del abedul. Su ropa contrastaba con el vestido de la chica, era una ropa ideal para el bosque y largos viajes de colores marrones y tela resistente.

No paraba de llover… eso les ayudaría a ocultarse del biforme, pero también impedía encontrar un sitio bueno para pasar la noche. Su único consuelo fue encontrar una pequeña cueva entre las calizas que había cerca del bosque. Esta no tenía más de cuatro metros de profundidad pero con eso les bastaría. Entraron en ella y Hurdder apartó del suelo las hojas mojadas dejando al descubierto una tierra más o menos seca. Pomme por otra parte se colocó en el centro de la caverna, elevó la mano hasta que esta quedó aproximadamente a la altura de su nariz y, tras unos segundos de meditación, chasqueó los dedos. De ellos salieron unas chispas anaranjadas como el cielo del atardecer. Era magia. Un segundo después ya ardía un cálido fuego sobre el suelo de caliza, las llamas rojas y amarillas se mezclaban juguetonamente entre las centellas. Los jóvenes se sentaron alrededor de él.

Su viaje había empezado hacía poco más de una semana, en la zona norte del montañoso continente de Jaroba. Allí era donde se encontraba el inaccesible castillo de la bruja del Oeste, en lo más alto de la más alta montaña, donde solo unos pocos insensatos se atrevían a subir. La bruja tenía la sagrada misión de salvaguardar y proteger a los habitantes de ese continente. Ella había enviado a las Mensajeras. Pero ninguna de estas conocía el mensaje que llevaba, solo la vieja Bruja del Oeste. Solo sabían que debían llegar lo antes posible a donde los otros Brujos de Inclán habitaban, aparte de la anciana Bruja del Oeste, había otros tres, uno por cada continente habitado de Inclán, uno por cada punto cardinal. Ninguno de los viajeros conocía a los demás Brujos, solo debían hallarlos lo antes posible y entregar el mensaje. No sería difícil si no estuviesen intentando matarlos.

***

La lluvia había cesado y el cielo despejado, pero en el ambiente aun había humedad. Pomme volvió a mirar a su acompañante. Los dos permanecían en silencio. Ya le gustaría de ese chico fuese algo más hablador. Siempre estaba callado y eso a la chica le resultaba algo aburrido, ella era bastante parlanchina. No es que fuese borde o seco, pero si reservado.

—Es agotador estar día y noche caminando… es mortal. —dijo ella para romper el hielo.
—¿Qué se le va a hacer..?  —Repuso él sin ningún ánimo. —Es eso o que muramos todos. Piensa que las otras mensajeras y sus acompañantes esta igual que nosotros.
—Ya… ¿Cómo estará la abuela? Espero que bien. —habló la joven diciendo esas dos últimas frases para sí misma.
—Eso espero yo también. Es la Bruja del Oeste, seguro que está perfectamente.
—Tienes toda la razón. Que yo sé cómo se las gasta la señora. No hay quien pueda con ella, te lo aseguro, los capones que da son temibles. Si ha atacado a los biformes con ellos seguro que los ha matado a todos entre terrible sufrimiento.
—Me compadezco de los pobres. —Rió suavemente el chico.
— ¿Cuánto crees que tardaremos en llegar a Dochama? —Preguntó.
—No sé, con un poco de suerte si no encontramos ninguno de esos biformes puede que en menos de dos semanas.
—Vaya… sí que se va a hacer largo este viaje…
—El mundo de Inclán es grande.
—Ya… —Murmuró mientras desviaba sus ojos rojos a las dos lunas que se dejaban ver en el fragmento de cielo que no tapaba el techo de la caverna. Aquellas  luces del cielo y el fuego eran lo único que iluminaba. —Por lo menos no tenemos que recorrer Goth y Soloth también.
—En eso tienes mucha razón. Además sería difícil llegar.
— ¿Crees que algún día alguien llegará hasta allí?
—No creo que ni el mejor de los hombres ave lo lograse. Pero lo que sí creo es que deberías de dormirte ya y dejar las preguntas para mañana.
—Vale, vale… —Finalizó la joven para luego recostarse tapándose con su capa roja para pasar el menos frío posible.

No sabrían decir cuánto tiempo pudieron dormir antes de que Hurdder se despertase precipitadamente, casi de un salto. Su respiración se había acelerado. Del ruido que causaron sus  movimientos, Pomme abrió los ojos de nuevo. Los ojos de su compañero se había encendido totalmente y sus cabellos erizado salvajemente, aquello desde luego no era una buena señal. Ella se incorporé lo más rápido que pudo intentando desperezarse para estar preparada para recibir eso que preocupaba a su compañero.

— ¿Qué pasa, Hurdder? —Preguntó ella con un notable nerviosismo que hacía que la voz temblase.
—Ya viene… —Anunció el aludido en un tono casi ronco. —Levántate, tenemos que irnos lo más rápido que podamos.
— ¿Nos ha encontrado?
—Eso parece, si no lo han hecho y simplemente están retrocediendo lo harán si no nos movemos pronto. No están lejos, se les escucha bien.

La pareja se alejó de la caverna a paso ligero, pero al mismo tiempo intentaban hacer el menor ruido posible, por si el enemigo aún no había encontrado su rastro. Debían evitar que se encontrasen con los que les buscaban, más a esas horas de la madrugada, y tan cansados como estaban.

***

El hombre llegó a la caverna pero ahí ya no había nadie. En ella ya solo se encontraba un pequeño hueco oscurecido en el suelo, donde había estado el fuego que habían encendido. La Mensajera estaba aún cerca, podía olerla a ella y al chucho que la acompañaba.

***

Pasaban entre los callejones que las calizas y el agua habían formado con el tiempo, en aquel paisaje era más difícil tender una emboscada ya que solo podían llegar por detrás o delante, y esos flancos los tenían vigilados.

Aquellos parajes eran típicos de la zona en la que vivían por lo que Hurdder, acostumbrado a caminar por ellos, había manejarse y encontrar buenos pasajes para despistar a sus perseguidores. Algunos de esos huecos eran demasiado estrechos para pasar, otros eran tan anchos que podían caminar ambos a la misma altura. El suelo estaba encharcado y salpicaban al caminar sobre él. El sonido era rítmico, primero los fuertes pasos de Hurdder y luego otros más ligeros de Pomme. Él, ella, él, ella, él, ella… así durante un buen rato. Tan monótono era el sonido que no se percataron de él hasta que cambió. ¡Había pisadas de una tercera persona! Aún estaba lejos pero el joven con su fino oído ya le había escuchado. Y cada vez se acercaba más y más a gran velocidad.

— ¡Pomme, corre!
— ¡¿Qué?! —Exclamó la aludida algo alarmada. — ¡Sabes que o pienso huir!
— ¡Déjate de tonterías y hazlo! ¡Sabes que si a mí me pasa algo pueden remplazarme, Mensajeras quedáis muchas menos!
—Per…
— ¡No hay peros que valgan! ¡Lárgate ya! —Ordenó en un tono bastante agresivo.
—Va… vale…
—No te preocupes, no soy brujo pero se arreglármelas solo. Le entretendré.
— ¡Suerte! — Se despidió la chica mientras echaba a correr por el encharcado suelo.
—Gracias.


Pomme se alejaba lo más rápido que su vestido negro la permitía mientras la capa roja que colgaba de sus hombros revoloteaba detrás de ella. Y Hurdder se quedó detrás esperando ver aparecer al gran lobo blanco que les había perseguido durante los últimos días. Pero de vez de él de entre la roca parda apareció la figura de un hombre mayor que él en casi todos los aspectos. De pelo blanco y despeinado y ojos rojos y furiosos. Este le miró de arriba abajo de modo despectivo como si sintiese miedo que Hurrder le fuese a pegar alguna extraña enfermedad. Pero a la vez con una sonrisa maquiavélica en el rostro, que hacía que quedase a la vista sus prominentes y desgastados colmillos.


— ¿Dónde está la mujerzuela a la que acompañas, chucho? —Escupió el extraño con un total desprecio.
—Si quieres alcanzarla primero tendrás que acabar conmigo. —Contestó él.
—Lo dices como si fuese algo difícil, chucho.

Los dos corrieron el uno hacia el otro. Los rasgos del perseguidor empezaron a cambiar. El cuerpo se llenó de pelo y se agrandó aún más, convirtiéndose en el enorme lobo blanco. Tan solo un segundo después Hurdder sufrió un cambio casi idéntico al de su oponente. Sus manos y pies se transformaron en lo que parecían patas caninas y su rostro se alargó en forma de hocico. Rápidamente el joven adopto un feroz aspecto de un perro muy  similar a lo que nosotros llamaríamos un pastor alemán.
Si mediar ni una palabra más comenzó una batalla de dentelladas y arañazos sin más sonido que gruñidos y alaridos.




 Continuará...

domingo, 10 de febrero de 2013

Nota de la autora



Título: Reminiscencia


Saga: La Máquina del Fin del Mundo

Género: Fantasía

Clasificación: +16

Advertencia: Violencia, posible muerte de uno o más personajes

Tipo de Historia: Original





Sipnosis: 



Han pasado 50 años desde el final de la guerra del Plenilunio. Aun así las tensiones entre contienes sigue a flor de piel, pudiendo volverse a las armas en cualquier momento. En este mundo compulso la reina Julia, gobernante de el continente de Dochama, comienza la creación de su propio mudo perfecto, cegada por las ideas abstractas sobre la perfección y la paz. Y solo un modo tiene de conseguirlo… Activar la Máquina del Fin del Mundo. 
Así comienza el viaje contra reloj de Pomme y Hurdder para impedírselo.


Notas de la autora:
Bueno bueno... Pues aquí estamos, con una nueva aventura, y venga prometo que esta acabará. Tenia ganas de escribir una historia de fantasía. Advierto que no soy Tolkien, por lo que no voy a hacer una historia igual de buena que las suyas. Pero podré todas mis ganas en hacerla bien. Espero que le guste a todo el mundo :)

Portada: ©Phatpuppyart.com  http://phatpuppyart.deviantart.com/